Hoy es el mejor día para recibir lo que trae la Navidad, y con ella, el abrazo contagioso y fraterno de nuestros seres queridos.
Con él salen los recuerdos de tantas cosas vividas y superadas. En ese abrazo se adorna mi dínamo de cada día: mis hijos, motor que me impulsa a continuar.
Acompaña a este abrazo las risas, los chistes negros como solo nosotros sabemos hacerlos; lo mejor de la informalidad, viéndonos a todos ser nosotros mismos.
Nos alimenta el calor de la unión, el cocinao en familia; las ocurrencias de los hijos, la rifa de quién es que va a limpiar la cocina 🙂 … Las risas de Laura cuando se le van las fuerzas al hacerlo…
Luego, en la quietud de un sillón, repaso cada gesto, cada sonrisa; el ver su hermandad, el escuchar a Osvaldito decirle a su hermana cómo la extraña – esto porque se casó –
El Mahhh de Leonardo y su justa opinión de la comida como si estuviera en Master Chef; la mirada profunda y la fortaleza interior reflejada en todo su ser de Joel, el mayor de la manada. Es un sobre protector empedernido, pendiente de todo… No se le va una 🙂
Son mis 4 columnas, y confieso que me he apegado mucho a ellos. Su abrazo es mi mejor regalo. ¡Cuánto me encantaría que siempre fuera Navidad junto a ellos!
Todo lo demás se guarda, se espera; se olvidan lo que fueron aquellas circunstancias difíciles, para darle paso a ese momento llamado «felicidad».
Hoy sonríe, observa, respira esta maravillosa fecha junto a los tuyos, y deja que el Señor Jesús corone este hermoso día.
Son mis más sinceros deseos para todos.
¡Feliz Navidad!